Miami No Puede Vivir Sólo de Reguetón: El Silencio que Asfixia a la Música Clásica y la Ópera
- Jacqueline Solórzano

- 17 jul
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 7 ago
Por Jacqueline Solórzano
En medio de la cacofonía ensordecedora que emana de la industria del entretenimiento musical y comercial, la música clásica y la ópera en Miami libran una ardua batalla por su supervivencia, en esferas ajenas a las grandes casas oficiales, por supuesto. Su lucha se desarrolla en la penumbra, asediada por presupuestos menguantes, teatros inaccesibles y una alarmante abulia política. Mientras se celebran festivales multimillonarios de música urbana, se truncan los sueños de decenas de jóvenes músicos, compositores y cantantes líricos locales. Muchos se están viendo forzados al éxodo, emigrando a otras ciudades —e incluso a otras naciones— en pos de condiciones dignas para su formación y desarrollo como artistas serios. Es una triste fuga de talento artístico de Miami, yo puedo ir contando ya unos cuantos, ya pasé el total de los dedos de mis manos. Es otra tragedia cultural de considerables proporciones. (*)
Miami: ¿Urbe Cultural o Factoría de Entretenimiento?
Miami se proyecta al mundo como una metrópoli moderna y diversa, donde las artes florecen con aparente espontaneidad. Sin embargo, esta imagen se desvanece para quienes aquí residimos y constatamos la abismal disparidad entre la inversión destinada a espectáculos comerciales y el exiguo apoyo concedido a los colectivos de artistas locales. Mientras los fondos, tanto públicos como privados, fluyen generosamente hacia festivales de pop o electrónica, las instituciones dedicadas a la ópera, el ballet, la zarzuela, la música de cámara y la formación en el bel canto subsisten gracias a la tenacidad de unos pocos seres extraños que persistimos en habitar —o acaso, en perecer— en esta ciudad.
Organizaciones como The Opera Atelier, con más de una década de reconocida labor en la educación musical y producción de ópera accesible, no reciben ni una fracción del respaldo que su misión amerita. Hablo desde la experiencia, como su directora ejecutiva y como artista con trece años de servicio devoto a esta causa. A pesar de ofrecer a la comunidad funciones gratuitas o a precios simbólicos, de formar a la juventud local a través de excelentes programas educativos, de rescatar repertorios olvidados y de representar a Miami en circuitos internacionales, nuestra organización —y tantas otras organizaciones colegas que comparten nuestro sino— debe literalmente mendigar por fondos que, con frecuencia, se demoran o se diluyen en laberintos burocráticos y disputas políticas ajenas al quehacer artístico.
Los Recortes que Asfixian el Espíritu, más que al bolsillo
En el último bienio, la triste reducción de fondos federales y los anunciados recortes a las artes por parte del condado de Miami-Dade han asestado un golpe severo y doloroso, afectando con especial virulencia a las organizaciones de pequeña y mediana envergadura. El discurso oficial pregona su apoyo a la cultura a través de profusos comunicados y vanidosos eventos —verdaderos bailes de máscaras para la autopromoción en redes sociales—, pero en la práctica, las convocatorias se postergan, los requisitos para acceder a financiamientos irrisorios son asfixiantes y se priorizan iniciativas de "retorno inmediato" en visibilidad o turismo. ¿Y qué hay de la formación intelectual? ¿Del pensamiento crítico? ¿De la sensibilidad? ¿De aquello que nos constituye como seres reflexivos, capaces de discernir las fallas de nuestra sociedad?
¿Qué ciudad puede aspirar al desarrollo integral de su juventud si abandona progresivamente la música clásica, la ópera, la danza, el ballet y el teatro? Está fehacientemente demostrado que la exposición temprana a las bellas artes optimiza el rendimiento académico, el pensamiento lógico, la disciplina y la empatía. Negar esto a nuestros niños y jóvenes, especialmente a los de entornos desfavorecidos, equivale a privarlos de herramientas fundamentales para su desarrollo intelectual y humano.
La Música Clásica: Necesidad, No Privilegio
La música clásica hoy se erige como una necesidad cognitiva y emocional. Es un legado histórico que nos habla de nuestra cultura occidental, de nuestros orígenes, mitos y creencias. Es un vehículo para enseñar estructura, belleza, lenguaje, historia y emoción. En un mundo saturado de estímulos vacuos y consumo efímero, ofrecer a la juventud la posibilidad de escuchar, analizar y crear a través de una ópera de Mozart, de una pieza de Bach, de un aria de Verdi o un poema de Lorca o de Whitman, es un acto revolucionario: un dique contra la banalidad perniciosa que corroe la contemporaneidad, donde día a día joyas del arte universal son canjeadas sin escrúpulos por la vulgaridad, el egoísmo y un narcisismo exacerbado.
Miami posee el potencial para convertirse en un referente cultural mundial, pero para ello necesita un cambio de paradigma que trascienda la contaminación política. No puede resignarse a ser únicamente "la capital del reguetón" o "el destino de la fiesta ilimitada". Puede —y debe— ser también un hogar para los artistas que en ella nacen o a ella llegan, o llegaron, un lugar para las artes que nos ennoblece como seres naturalmente inteligentes. La ópera lo logra, la música clásica lo logra. Sí, la música clásica, ese arte donde no existen altavoces estridentes, bajos soeces, autotune, ni cantantes de moda carentes de voz pero plenos de groserías. Debería más bien ser una ciudad con teatros accesibles, para las óperas nuevas o experimentales, para los festivales de zarzuela, para el renacimiento de la música inteligente, la educación musical universal, que como el buen vino, es bueno por añejo, por su no doblegarse a desaparecer.
Este es un llamado vehemente a las autoridades que ostentan el poder de asignar los recursos necesarios, a las fundaciones culturales, a las empresas con conciencia social y a una audiencia que parece adormecida. Apoyar la ópera y la música clásica no es un lujo, sino la edificación del alma misma de la ciudad, para el surgimiento de una identidad que usualmente se pasa por alto en los periódicos, en los políticos y en las familias.
Les proponemos a que, con valentía y urgencia, traduzcan sus palabras en acciones concretas:
Respalden a organizaciones como The Opera Atelier.
Establezcan fondos estables para la educación musical en zonas vulnerables.
Garanticen un acceso equitativo a los espacios culturales.
Construyan teatros comunitarios funcionales.
Escuchen a sus artistas y colaboren con ellos para forjar una ciudad más humana y sabia.
Para que Miami tenga un verdadero futuro, y no solo siga siendo una escenografía de Mar y Mall para postales bonitas de Brickell, Downtown y Miami Beach.
Basta ya de eliminar teatros para dar paso a escuelas patrocinadas por figuras ajenas a la cultura. Basta de presentar boxeo en el sacrosanto escenario de un teatro, otrora un santuario de iglesia. Basta de otorgar subvenciones a organizaciones que apenas cubren el alquiler de teatros maltrechos a precios exorbitantes, o para pagar publicidad en directorios digitales que abruman y que no convoca sino a una audiencia inexistente. Dejen que los artistas trabajen, y ábranle las puertas siempre, para que cuando el telón se levante, no solo contemplemos el arte, sino también a la sociedad misma reflejada en el escenario.
Jamás en la historia ha existido desarrollo sin cultura; ninguna ciudad será grande mientras sus líderes se dediquen a recortar recursos para las artes, clausurar teatros y a confundir el entretenimiento vacío con el sagrado privilegio de presenciar a un artista en su labor. Y también les digo y les recuerdo, que tampoco hay cultura sin pensamiento, solo zombis en las calles, alcanzando el pan que no alimenta, y transcurriendo vidas sin propósitos, ni futuro, como sucede en las guerras, y en los desiertos. También a los zombis les deja de importar ir a votar por quienes no pierden oportunidad de vetar las artes como realizando un gran acto heroico de complicidad contable que supuestamente les permitirá, quitándole a los artistas su parte, suplir la ineficiencia y mala mayordomía de los gobiernos.
La historia no juzgará a nuestra ciudad por la cantidad de festivales comerciales, conciertos de cables cacofonicos, o teatro de variedades y vulgaridades que produjo, sino por la cantidad de jóvenes que formó, de talentos que cultivó y de almas que conmovió.
No quiero terminar sin una dura confesión, que alivia mucho al decirla, porque quizás llegue a Dios. Hemos peregrinado por los pasillos del poder, llamando a las puertas de aquellos políticos (ustedes saben quiénes son porque les llegará este artículo por email, claro quizás no lo lean, es lo más probable) a quienes el voto popular ha conferido la sagrada tarea de servir. Íbamos con el alma en vilo y la esperanza frágil, buscando no más que el amparo necesario para continuar nuestra labor de educación musical en el corazón de la comunidad de Little Havana, para seguir recibiendo a nuestros queridos abuelos en Younger at the Arts Program, programa condenado a un cono de silencio por la eternidad burocrática del Condado de Miami-Dade, y por unas apropriaciones que no tienen lugar entre tantas prioridades de la legislatura.
¿Y qué hemos recibido a cambio de nuestra justa súplica? El eco de nuestras propias voces en corredores vacíos, el desdén del silencio y el humillante "peloteo" burocrático, un laberinto diseñado para agotar al más tenaz. Se nos niega una audiencia, se nos hurta el derecho a exponer la urgencia de nuestra causa mientras, con la frialdad de un verdugo, la misma mano que nos rechaza seguramente firma los recortes que desaparecerán nuestros programas. Sus palabras, cuando las hay, son huecas; su silencio, un grito de indiferencia. A todos ellos, a los que se esconden tras sus escritorios y sus agendas impenetrables, les hacemos una recomendación, no como un gesto de gratitud, pues no hay nada que agradecer, sino como un último intento de catarsis: escuchen la ópera El Cónsul de Menotti. Quizás, solo quizás, en el espejo de la desesperación de Magda Sorel, reconozcan el rostro de los ciudadanos a quienes han abandonado y la atrocidad de su propia inacción.
To this we've come: that men withhold the world from men.
No ship nor shore for him who drowns at sea.
No home nor grave for him who dies on land.
And this is the honor of Man: a name.
My name is woman. Age: still young. Color of eyes: the color of tears. Occupation: waiting.
Papers, papers, papers!
(A esto hemos llegado: a que los hombres nieguen el mundo a otros hombres. / Ni barco ni orilla para el que se ahoga en el mar. / Ni hogar ni tumba para el que muere en tierra. / Y este es el honor del Hombre: un nombre. / Mi nombre es mujer. Edad: aún joven. Color de ojos: el color de las lágrimas. Ocupación: esperar. / ¡Papeles, papeles, papeles!)



Excelente artículo!!!