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Foto del escritorJacqueline Solórzano

¿Listos para el viaje?


A modo de sinopsis de "Máquinas del Recuerdo"


Cuando el futuro es incierto, y no se está muy a gusto con el presente, reconforta mucho lanzar la mirada al pasado y hurgar en aquello que en su momento estuvo lleno de esplendor y vida.

Por allá, un baúl de los recuerdos (literalmente), más acá, dos bellas y antiguas sillas francesas permanecen aún asombradas por el anuncio de nuevas visitas, más atrás una mesita de madera salida del mundo de los encantos, tiene una sola gaveta que invita al irrefrenable impulso de ser abierta ¿Qué tanto podría haber allí? Y en el mero centro de las vetustas cortinas rojas, vestigio de cualquier ventana de casa amable, se encuentra un antiguo radio de madera, tímido y algo ingenuo ante la magnífica presencia del más prominente objeto, presente en escena: un piano a medio andar, desafinado, desajustado, y abandonado por el personaje de La Abuela, de quien se supo que abruptamente escapó al destierro.

La abuela es el tercer personaje que nunca veremos en escena, pero cuya presencia se hace sentir en toda la obra, y a quien parece estar dedicada en un homenaje fortuito, como mujer y como portadora del paso del tiempo.

Luego de algunos minutos en silencio, aparecen unos parientes muy atareados por un largo viaje, tan largo que parecen venir de un siglo a otro, y así es. Ya entran a escena Sandra y Daniel, agitados por la pérdida de su equipaje de viaje, pero contentos porque también uno de los objetos más antiguos y valiosos, el violín Stradivarius de Daniel, no tuvo la misma suerte y aún alegre lo mantiene entre sus manos. Sandra lo reconforta “las demás cosas se reemplazan, pero el Stradivarius no”. Más tranquilo, la angustia la lanza al chiste, riendo y pensando que las maletas estarán entre Francia y España, ¡quién sabe! Ya no importa. Y de pronto el encuentro con el atril, ¡el atril! con algunas partituras que La Abuela dejo allí como para el próximo cantante.

Y los recuerdos comienzan con poesía: “Al Partir” poema de Gertrudis Gómez de Avellaneda, y aquí el público ya no entiende, que le pasó al pianista que ahora parece tocar violín, y además recita, y actúa. Un poema recitado desde la vida misma, por cubano, por artista, con un trémolo “Adiós patria feliz, edén querido”. Sandra ya quiere cantar las partituras abandonas de La Abuela, y reflexiona: “a veces uno tiene que huir inesperadamente”, y aunque existe la clara referencia a un contexto histórico y político, también ambos personajes con sus propios nombres e historia parecieran referirse más bien al presente, con un dejo de extrañeza, de algo que ya no está en la época o en la moda. Y Sandra insiste “hay que contar estas historias”.

Oímos así la cubanidad hecha música, con las sublimes notas de “La Bella Cubana” de José White, y aparece tímidamente en escena, no con las notas que originalmente fueron compuesta para violín (no sabemos si Stradivarius), pero si interpretadas en el piano latoso y viejo, que se esfuerza por suplir la desafinación con dinámicas y sentimiento, de quien toca por recuerdos.

Magistralmente Sandra ya pone su bella voz cantante en el poema de Gómez de Avellaneda guiada por las magníficas melodías de Luis Gustavo Prado (música de Miami Transfer), y canta con el mismo sentimiento en la música, como lo está en la poesía, y nos hace sentir el dolor inacabable de la perturbadora realidad de un exilio que aún no termina. Son como todos los llantos juntos de todos los pueblos que han sufrido la pérdida de su patria en un finale de contradanza nostálgica de disimulado ritmo caribeño perdido en el tiempo.

El humor cambia y se va a la añoranza de que las obras nacientes lleguen a más audiencia, y a la esperanza de dar oportunidad a nuevas operas (Miami Transfer esta allí esperando su tiempo), pero claro en un “piano infumable” solo el olor musical nos queda, y… “¡se hace lo que se puede!”.

Y como no hay lugar más delicado para guardar lo femenino que una gavetica, de allí mismo sacan las partituras de Amy Beach, como una denuncia irreverente de sacar de la gaveta a todas las compositoras, quienes han estado encerradas en armarios históricos y han sido injustamente pasadas por alto para muchos.

Y para hacer el honor completo, Sandra lee y recita la poesía de Robert Browning, musicalizada posteriormente por Amy Beach en su lengua original: English. Y aquí ya se hace bilingüe la obra, dos artistas sentados en una improvisación pura, solo digna de para quienes el escenario también ha sido su casa, y ha salido del corazón, la experiencia y la entrega. Y aprovechan sabiamente el espacio para defender la música, no digo en vivo, sino la música de muertos que tiene la inmortalidad bendita.

La Abuela va y viene y se presentifica de pronto en un escondido álbum de fotos que Daniel saca debajo del piano, fotos que aun sin verlas nos deja en la imaginación una historia en papel impreso, otrora revelado y arreglado con diligencia. Y ambos personajes se recrean con este antiguo device, llamado álbum de fotografías, con sus anotaciones “de puño y letra”, otra reminiscencia a lo antiguo a través del lápiz, el cual aún se niega al entierro y destierro.

Después de un muy natural y ameno diálogo, lleno de comicidad, complicidad, y espontaneidad, Sandra y Daniel invitan al público, en las palabras de Sandra: “Vamos a jugar, la música es para disfrutarla” y llevan así al público a otro espacio con cinco canciones de Amy Beach, se despiden entre risas diciéndose mutuamente “nos vemos en la última nota”. Y el público recibe una joya femenina de música alegre, fuerte, y profunda, disfrutando de: The Year’s at the Spring, Three Browning Songs, The Year’s at the Spring, Ah, Love, but a day, I send my Heart Up to Thee.

Y allí entre canción y canción, ocurren interesantes conversaciones desnudas entre músicos, una clase magistral para los jóvenes; del trabajo sobre el texto de una canción por el músico, del acuerdo necesario para la interpretación, del hablar de cómo puede tocarnos la música, el texto, sobre el arte del cantar, del antes del cantar, del secreto necesario para los canta-antes. Momentos de vez en cuando amenizados por la sutil denuncia del pianista que se niega a conformarse con los pianos que tropieza en su camino. Pero que una vez más cede a tocar “Clair de lune” de Claude Debussy, porque el compositor pareciera haber previsto que la pieza se mantuviera bella, aun fuese tocada en pianola de bar decadente, y se así se escuchan la notas que el pianista toca y con su musicalidad suple la deficiencia del venido a menos instrumento del teatro.

Y la palabra sigue adelante, y la realidad de la obra, se salta asombrosamente, a la necesidad e insistencia del artista de que llegue a mucha audiencia su arte, y ya no queda más remedio, y desde el mismo escenario se anuncia el próximo concierto de piano, no de violín, que Daniel, el artista, y personaje de Máquinas del Recuerdo, ofrecerá el 29 de abril en la sala de la biblioteca, en una especie de arrebatado marketing creativo que la improvisación sacó al aire. Y Sandra, gustosa de escuchar se presta a oír las dos siguientes piezas “Hermit Thrust at Eve” y “Hermit Trush at Mom” también compuestas por Amy Beach, así pájaros entran en la escena, de las manos a los oídos de toda la audiencia en silencio, escuchando cada nota, y cada canto. El performance va terminando, no sin antes Daniel pedirle a Sandra con mucho entusiasmo, que cante la aria Vissi d’arte de la ópera Tosca, del insigne compositor Giacomo Puccini, porque le recuerda mucho a La Abuela. Invitación que Sandra toma muy en serio, y ojeando el álbum de fotos, nos cuenta la linda historia de ella como soprano que realizó el rol en grandes escenarios internacionales (La Opera de Oviedo, etc), y comienzan a recordar también interesantes vivencias de artistas, como velando a la audiencia las vicisitudes ocultas en cada fabulosa producción en la que participaron, otra nostalgia que enorgullece a los personajes, quienes se confunden con los artistas quienes se interpretan a sí mismos, en un continuo escribir en acto, la fabulosa improvisación de Máquinas del Recuerdo.

Una interesante reflexión, sobre la escritura, “ya nadie escribe” dice Daniel, y Sandra: “ya no se mandan cartas personales, escritas, con palabras, ahora solo son caritas”, es la denuncia a la reducción del lenguaje que los chats y social media ha generado, poniendo en peligro de extinción también a las palabras, y dejándolas probablemente como una antigüedad más para el recuerdo. Para Sandra: “escribir con el lápiz te hace pensar un poquito más lento” “genera otra relación con el tiempo” … “es como la música que detiene el tiempo” y así, con sencillez, Sandra denuncia el “corre y corre” de los mensajes de textos y la social media de la actualidad.

Y termina diciendo: “Ah! El vissi darte” OK! OK! Quiere cantar pero no encuentran las partituras, sin embargo, deciden hacerlo, tocar y cantar, sin preocupación porque además ya se la saben, y la han presentado muchas veces. No hace falta texto, no hace falta partituras, y Sandra dice solo “tener un poco de fe y lanzarse” y así nos regaló una extraordinaria y magnánima interpretación de una de las arias más difíciles para soprano, con una intensidad que hizo sentir con claridad el haber vivido del arte, del amor, y nunca hacerle mal a nadie! como dice la letra de la famosa aria. Así se fue arribando al final del espectáculo con el drama necesario que toda obra merece … Oh! también claro!, sin acabarse allí, y después de un bello abrazo de amigos, Daniel dejó escapar su comicidad diciendo que “me acaban de escribir, la cosa moderna de los textos!... han llegado las maletas!

Y así salen corriendo del escenario, divertidos, y dejando a la audiencia conmovidos en grandes aplausos y una ovación muy bien merecida.

Gracias Sandra y Daniel, por artistas, ¡y por personajes!

Esperamos la próxima.




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1 Comment

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Daniel Daroca
Jan 07
Rated 5 out of 5 stars.

!Gracias, Jacqueline, por este bellíimo artículo! Qué emoción y qué lindos recuedos de esa presentación. !Gracias por tus gentiles palabras! Por suerte, la repetiremos el mes que viene en Miami Beach. Ojalá que el mensaje de esta presentación le llegue al público.

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